Declaración Pública: Regeneración de la Democracia

A la Ciudadanía: La Asamblea General Ordinaria de la “Asociación Civil 20 de Setiembre” con sede en la Ciudad de Montevideo, reunida de forma virtual el 9 de enero de 2021, luego de un fecundo intercambio, aprobó la siguiente Declaración Pública.

Transitamos tiempos particularmente complejos en los que todos los integrantes del cuerpo social debemos estar comprometidos a reflexionar y trabajar por la búsqueda del bien común. No es tarea sencilla, en tanto la urgencia de la coyuntura frecuentemente ocupa todas nuestras energías; sin embargo, los aprendizajes de cientos de generaciones civilizatorias nos obligan a observar más allá del horizonte que a simple vista podemos vislumbrar.

Una de las valiosas enseñanzas de nuestro tiempo contemporáneo – con sus contradicciones, idas y venidas – es la posibilidad de haber sido protagonistas junto a nuestros antepasados a lo largo de más de un siglo, de construir la democracia. Las instituciones, la normativa, las garantías y equilibrios de poder finalmente no tendrían valor si no se cimentaran en una ciudadanía fuerte, participativa y defensora de estos mismos cimientos.

En tiempos de coyunturas o situaciones críticas o de democracias frágiles, es frecuente que emerjan a la superficie discursos y liderazgos oportunistas y demagógicos, que, aprovechándose del espacio generado, pueden – eventualmente– tomar el poder, manteniendo muchas veces formalidades democráticas en apariencia, o directamente haciéndose de él por asalto. Se suele denominar a esta particular forma de concebir el poder como “populismo”, y puede tener definiciones que se ubican – indistintamente – en los espacios de derechas o de izquierdas, teniendo como aliados a intereses particulares de diferente origen, sean ellos empresariales, religiosos, militares, sindicales, etc. El parentesco en sus rasgos autoritarios de liderazgos como los de los presidentes Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua o Bolsonaro en Brasil, es evidente. El período de gobierno del presidente Trump en E.E.U.U. y los recientes acontecimientos que lo tuvieron al frente de la asonada ante el Congreso, con las amenazas de desconocer los resultados electorales, son una muestra más de cómo una sociedad puede caer en el caos, presa del fanatismo de un sector radicalizado de la sociedad, de la manipulación demagógica, o de la apatía de otra parte de ella.

Obviamente, fuera de este marco político, existen los regímenes políticos que directamente no son democráticos, que no ofrecen garantías y que violan sistemáticamente los Derechos Humanos, como en China o los regímenes autocrático-religiosos islámicos, cuyas vulneraciones son pasadas por alto por amplios sectores del “establishment” y la mayor parte de la dirigencia política mundial, porque finalmente, anteponen ante cualquier valoración política la premisa “negocios son negocios”.

Esta singular situación de crisis sanitaria y sus consecuencias económicas, sociales, políticas y culturales dejan al descubierto, quizás de forma más explícita que en tiempos menos convulsos, el poder de las grandes corporaciones empresariales, como el de los laboratorios farmacéuticos  – citando solo ese ejemplo -, que compiten descarnadamente por el lucro en la búsqueda de la vacuna contra el COVID-19, desatándose una feroz competencia mundial en la que, de no existir una mediación racional y equitativa, las grandes potencias obtendrán los beneficios, generándose un nuevo tipo de autoritarismo y práctica segregacionista; se profundizará la brecha entre los países ricos y los subdesarrollados y en consecuencia, se consolidará la existencia de una ciudadanía clasificada según criterios socio-económicos.

Así como se pueden generar los espacios para gobiernos de deriva populista y autoritaria, sucede lo mismo respecto al oportunismo de los dogmatismos religiosos. La desorientación, la orfandad social, el desasosiego dejan el campo fértil para el oportunismo de algunas organizaciones religiosas, en particular, aquellas que tienen por vocación aprovecharse de los recursos públicos para hacer proselitismo desde altares privilegiados.

Nuestra Asociación Civil 20 de Setiembre, creada en el año 2005, tiene el campo de la democracia como una de sus preocupaciones, a la cual le ha dedicado varios momentos de sus estudios y reflexiones; el último de los cuales fue el Coloquio virtual “Democracia, pandemia y ¿después?… La ciudadanía, la sociedad y las instituciones. La democracia en la encrucijada” realizado en el mes setiembre de 2020, habiendo publicado nuestra Revista TEA la integralidad de las intervenciones.

Justamente, por ello mismo, es que, ante esta situación sucintamente descripta, la Asamblea anual de nuestra Asociación Civil 20 de Setiembre, integrante de la Asociación Internacional del Libre Pensamiento (AILP) y de la Asociación Uruguaya de Libre-Pensadores (AULP), creyó oportuno expresarse una vez más, y en particular, para manifestar la disposición de sus integrantes a contribuir a la “Regeneración Democrática”.

La reconstrucción debe realizarse sobre los sólidos cimientos que hemos heredado, pero también sobre los escombros de aquellos elementos que deben ser desechados.

Es necesario en consecuencia, fortalecer las instituciones de la democracia republicana y laica, porque son la garantía para que todas las voces puedan expresarse en igualdad de condiciones, sin privilegios de ninguna naturaleza. El horizonte de esta institucionalidad siempre debe estar orientada en la búsqueda del “bien común”.

En ese sentido, bregaremos por el desarrollo del Humanismo, la Tolerancia, el Librepensamiento, la Solidaridad y el Laicismo, para fomentar el pensamiento crítico en la ciudadanía y la consecución de políticas públicas que vayan en esa dirección.

Asimismo, nos comprometemos a trabajar en la construcción de una sociedad más justa, con igualdad de oportunidades, en la que sea posible la redistribución de la riqueza, y simultáneamente, que el desarrollo económico esté acompañado por un ambiente saludable y no suponga una degradación al mismo y a la vida sobre el planeta.

Como ciudadanos y ciudadanas del mundo somos conscientes que más allá de las acciones que podamos realizar en nuestro entorno y aún en un país determinado, también es necesaria la reconstrucción de la gobernanza mundial, para que le podamos legar a nuestros descendientes un futuro más equitativo. El sueño de una república universal es un horizonte a alcanzar. Finalmente, todo ello es posible, si la ciudadanía es capaz del cultivo de la “virtud cívica”, es decir, como integrantes de la sociedad debemos asumir el compromiso y la responsabilidad de contribuir con el desarrollo colectivo y la defensa de los principios y valores democráticos. José Artigas, hace más de doscientos años, lo dijo sencilla y sabiamente en una máxima republicana: “nada podemos esperar sino de nosotros mismos”.

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